domingo, 11 de abril de 2010

El terror aumenta

El terror aumenta cuando el día 23 aparece el cadáver de un hombre que habían matado en Murillete. Los carlistas ya están rápidamente organizados y los falangistas lo harán posteriormente, reclutando fundamentalmente a los elementos de izquierdas que quieren salvar la vida y que los carlistas no admiten en sus filas.

El primero en morir fue Paulino Gastón, un hombre de 55 años, vaquero muy humilde al que le acusaban de tener una pistola que él negaba. Primero fue salvajemente maltratado en el Ayuntamiento y luego lo estuvieron asustando en el cementerio. Por último, donde la Casilla del Reino, en la carretera general, el hombre empezó a correr hacia el pueblo diciendo: “En Olite no mais de matar”, y un guardia municipal se echó la carabina a la cara y lo mató. Otros testimonios aseguran que lo mataron a palos.


La Junta de Guerra, ya constituida, comienza a dictar órdenes contra las familias consideradas contrarias al régimen. Pedro García, jefe de Falange, Patricio Oroz, Pedro Pascual y Plácido Esparza, entre otros, formaban parte de la misma. Unas cincuenta personas son detenidas. Las gentes consideradas de izquierdas son obligadas a llevar un brazalete blanco y a presentarse diariamente al Ayuntamiento. Juan Angulo, a quien Cecilio San Martín en su huída le ha dejado sus vacas, tiene que entregar diariamente toda la leche, confiscándosele finalmente el ganado. Otros son obligados a trabajar gratuitamente en las trilladoras y a algunos como Juan Elduayen les confiscan toda la cosecha, la casa, tierras y animales. Le impusieron además una multa de 20.000 pesetas que no pagó porque ya no tenía con qué hacerlo. Otras multas dejaron a algunas familias pobres en la miseria.


La Comisión Provincial de Incautación de Bienes instruyó expedientes contra Marcos Tetuán, Angel Elduayen, Anselmo Aristu, Juan Luri, Simplicio Escalera, Francisco Erdociain, Isaac Arizpeleta, Jesús Ayundez, Nicolás Esandi, etc. A María Ezpeleta, Flor Elduayen y a alguna otra les dieron a elegir entre cortarles el pelo o tomar aceite de ricino, optando ellas por lo primero.

Un grupo de Peralta estuvo a punto de fusilar a Julián Garasa y a su padre José, atados en los pilares del Ayuntamiento, siendo impedido por la firme intervención de un vecino. Los pistoleros de Olite, que desde el primer momento aparecieron por el pueblo, seguían haciendo sus incursiones. Una noche llegaron con un camión y detuvieron a Joaquín Napal y a un caminero llamado Mascarán.

Los de Olite se mostraban visiblemente molestos por no haber podido detener a más gente. 


Alguno del pueblo protestó por las tres hijas pequeñas que tenía el caminero, y tras consultar con el jefe de Falange, propuso a los de Olite cambiarlo por Julián Garasa, entonces secretario de UGT y soltero. Uno le replicó: “Mecagüendios, vamos a por un camión, nos llevamos a dos ¿y aún vienes a por uno? ¡Hala, abajo todos! Y dejaron vivos a los dos no sin antes darle una serie de varazos a Joaquín Napal.

El cojo Garasa no tendrá tanta suerte. El día 17 de agosto apareció muerto en el término de Beratxa de Tafalla a las cuatro de la mañana.

La noche anterior habían llegado al pueblo el Chato Berbinzana y un tal Ustárroz de Olite y con el palo que Julián Garasa utilizaba de bastón, se lo metieron entre las piernas y lo tiraron, como un saco de patatas, al interior de una furgoneta CITROEN en la que se lo llevaron para siempre.

A finales de agosto se forma el Tercio de Sanjurjo y la Junta de Guerra elabora una lista de pitilleses de izquierda, jóvenes en su mayoría, para que formen parte en él. A unos en el Ayuntamiento del pueblo y a otros en el cuartel de la Guardia Civil de Olite, les darán a elegir entre el Tercio, el Fuerte o la cuneta. A Francisco Oneca, anterior presidente de UGT, también lo enviaron pero lo devolvieron por viejo, salvando así la vida. Con él rechazaron a Estanislao Díaz, Juan Angulo, Juan Mazparrote, Tomás Azagra y Pedro Aristu. Cuatro más se pasaron al bando republicano: Bernardo Napal, que posteriormente morirá en la retirada de Valencia; los hermanos Eusebio y Alejandro Erdociain y Antonio Esandi, Felipe Garayoa y Paco Otano consiguieron pasar a Francia.

Epifanio Azagra y el sastre Valentín Jaurrieta desaparecerán tras las matanzas de Pamplona. Emilio San Martín, de 54 años, que se había trasladado a Mendavia huyendo de los pitilleses, apareció muerto el 9 de septiembre en el término tafallés de La Sarda. Emilio San Martín, de Pitillas. El día 9 de septiembre a las 8 de la mañana, fue trasladado en un coche junto a, Lorenzo Gorria, de Olite,  hasta el cementerio de Tafalla, los fusilan en una pieza cercana. Unos conocidos de Tafalla los vieron pasar y para el medio día las familias ya habían localizado sus cuerpos.


Numerosos vecinos permanecían detenidos en diversas cárceles y cuando eran puestos en libertad no eran admitidos en el pueblo bajo amenazas de muerte. Tal fue el caso de Abdón Garde, que al regresar al pueblo confiado, acudieron las derechas a apedrear su casa, escapándose por la chimenea y permaneciendo escondido en la fragua de un pariente.

Trece pitilleses murieron fusilados en las matanzas de Zaragoza. Seis, en la tarde del día 4 y siete en la del 10 de octubre. Todos ellos entre 10 y 32 años, la mayoría solteros y jornaleros de UGT. Eran Valentín Arizpeleta Chiquirrín, al que mataron otro hermano en el frente; José Arizpeleta Napal; Nicolás, Alfonso y Pablo Díaz Chiquirrín, los tres, hermanos; Aniceto Esandi; Gregorio Oscoz, “El Pocho”; Félix Aguerri; Alejandro Alfaro; Constantino e Irineo Anaut, también hermanos; Baldomero Díaz Beltza y Segundo Otano.

El día 21 de febrero del año siguiente, después de fusilados, el Ayuntamiento declarará “prófugos” a José Arizpeleta, Irineo Anaut y Baldomero Díaz por no presentarse con su quinta.


Una de las características más curiosas de la represión en Pitillas fue la muerte del sacerdote castrense y abogado Santiago Lucus Aramendia, a quien no tuvieron en cuenta su condición para fusilarlo precisamente en nombre de Dios. Lucus vivía en Pamplona con su madre, en la calle Mayor, y tenía fama de simpatizar con la República y los socialistas y de haber predicado a favor de los repartos de tierras. En una ocasión, en un mitin en Carcastillo, tuvo que enseñar su carnet de capitán para no ser detenido tras ser denunciado por las derechas. Al comenzar la represión se refugió en unos frailes de Vitoria donde al tiempo fue detenido, trasladado a Pamplona y encarcelado. Una noche fueron a buscarlo y lo fusilaron junto a Victoriano García Enciso, panadero, casi frente a la fuente del Perdón en el término municipal de Undiano. 


A primeros de octubre, llega la noticia a Pitillas de que, Antonio Cabrero, el Alcalde, ha sido asesinado en tierras de San Pedro Manrique, (Fuentebella). Ninguna noticia sobre lo sucedido ni de su paradero. Pitillas no solo vio la represión de muchos de sus vecinos, sino la humillación de todos. El 5 de octubre de 1936 fue enviada al Ayuntamiento una instancia firmada por Víctor Tanco y 213 vecinos más en la que solicitaban la devolución de las tierras de la Picarana a sus antiguos poseedores, ya que “la incautación de dicha corraliza se hizo en un tiempo anormal.” La instancia, impulsada por los caciques que supieron aprovechar las circunstancias del momento, fue firmada por la mayoría de los vecinos, con expresa renuncia a los derechos que tanto esfuerzo les había costado recuperar. En 1939 las hierbas de otra corraliza, la de Dolomondos, pasarán a manos particulares. 


*Testimonios extraídos de las publicaciones de Altaffaylla, (un Camino Cortado).
(Navarra 1936. De la esperanza al terror) y relatos retenidos en la memoria familiar y colectiva.