domingo, 11 de abril de 2010

Primeros días de julio del 36



En los primeros días de julio de 1936, David Jaime Deán, amigo y compañero de Cabrero, bajó a Pitillas y se reunió con Antonio y otros, les informó de que corrían rumores de Golpe de Estado, que tanto carlistas como falangistas de la zona estaban escondiendo armas en las iglesias, que estos habían recibido ordenes de "matarlos a todos" y que "muerto el perro se acabó la rabia". David además de socialista, era un prestigioso gerente de la Cooperativa Vinícola de Tafalla y estaba muy bien relacionado. A David Jaime le advirtieron, algunos agricultores carlistas de que su vida y la de sus compañeros corrían peligro. Le dijeron que habían interpelado por él, pero que la orden era tajante "Acabar con todos, también con él".

David planteó al abuelo marcharse juntos unos días a Ponzano, hasta ver que sucede. Antonio Cabrero, no concebía la idea de que les fueran a matar, afirmó que que ellos no habían hecho mal a nadie y que eso no podía ser. No participo de la idea de marcharse. No podía abandonar a su familia ni tampoco el dejar vacío el cargo de alcalde legitimo de Pitillas, cargo este que tantos esfuerzos les había costado conseguir. Desistió de la propuesta, y quiso tranquilizar a Jaime. Cabrero se quedó en Pitillas. David Jaime, regresó a Tafalla y la noche del 18 de julio, permaneció toda la noche en el Ayuntamiento esperando noticias pero, al día siguiente, la presencia de grupos de carlistas armados lleva a muchos a esconderse. Patrullas de carlistas buscaron intensamente a David, encontrando a varios otros escondidos. David, tras varios meses escondido en una casa de la Peña, le sacaron enfermo de su escondite y según cuentan, por la carretera de Artajona partió ocultado en un carro, consiguió pasar la muga amarrado a un caballo de contrabandistas y, en el exilio, fue nombrado Presidente del Consejo de Navarra. Años más tarde murió en Cambo.

Estallado el Alzamiento militar, los días 18 y 19 transcurren en Pitillas con normalidad controlando el Ayuntamiento la situación. El lunes 20 llegan grupos armados de Olite y ocupan el pueblo. Las iras de la derecha se centran en la figura del alcalde. Por medio del cura le dicen que debe entregar la vara a lo que Cabrero responde que, si lo hace, será en el propio Ayuntamiento. Allí se dirige precedido por un grupo de gente que destrozan los cuadros de Alfonso XIII, Azaña y Alcalá Zamora, sacando de un cuarto la imagen de un Corazón de Jesús al grito de “¡Ya está libre! ¡Ya no estará prisionero!”.

Seguidamente, “arrasan” el Centro de las Izquierdas situado en casa de Garasa y queman en la plaza consistorial las banderas republicanas y ugetistas. A partir de ese momento varias personas y el propio alcalde V. Antonio Cabrero Santamaría huyen de la localidad.

A las 11 de la mañana de ese mismo día 20, en presencia del comandante de puesto de la guardia civil de Olite, se procede a la destitución del Ayuntamiento legítimo y la constitución de otro que presidirá Pablo Sada.

Ese triste 20 de julio de 1936, tras los incidentes en el pueblo y en el Ayuntamiento, Antonio Cabrero Santamaría, el alcalde legítimo a quién a través del cura, un grupo de fascistas y guardia civiles habían arrebatado la vara de alcalde, se zafó como pudo del Ayuntamiento para, a continuación, dirigirse a su casa y despedirse de su mujer e hijos

Valentín su hijo mayor, tenia entonces 7 años, pero todavía guarda fresco el recuerdo de los hechos. Nos dice que todo fue rápido, tras un fuerte abrazo y hablar unas palabras con Juliana, salió por la puerta del pajar y se alejó de Pitillas campo a través. Valentín, siguió a rajatabla las instrucciones de su padre, de entretener y marear por la casa y el pajar a la patrulla que venía a por su padre.

El primer testimonio cuenta que un vecino de Pitillas, un tal Tetuán que por aquél entonces tenía un camión pequeño, parece que al percatarse, salió a su encuentro con el camión y lo alejó algunos kilómetros del pueblo en dirección a la ribera.

Antonio Cabrero salió de Pitillas y poco más se supo de él hasta nuestros días.

A primeros de octubre de 1936, llegó la noticia desde San Pedro Manrique a Pitillas, de que a V. Antonio Cabrero Santamaría le habían asesinado en esa zona. La familia, en esos días de incertidumbre y miedo, se puso en marcha para interesarse por lo sucedido y recuperar su cuerpo. Un hermano de Juliana, viajó a San Pedro Manrique donde le confirmaron la noticia. Le entregaron un cinturón y la cédula familiar que Antonio llevaba en la cartera, pero ninguna respuesta o información sobre lo sucedido ni sobre el paradero de su cuerpo.

La noticia, al parecer, habría llegado de forma “oficial” al nuevo Ayuntamiento de derechas o a la parroquia de Pitillas, encargándose éstos de correr la voz por el pueblo, pero no directamente a la familia. Un grupo de gentes de derecha, comenzó en estos días a molestar a la familia, acudiendo a cantar el responso en latín, a la puerta de su casa, a la vez que preguntaban, mofándose, donde lo tenían escondido.